El abuelo lloraba descorazonado en la azotea con un portarretratos en sus manos.
-¡Alto, no se tire! -gritaba el enfermero del geriátrico mientras intentaba agarrarle por un tobillo.
-¿Dónde está ella? -repetía una y otra vez el anciano mientras miraba la foto. Allí estaba él, de joven, junto a aquella chica del disfraz, tan bella y tan menuda, con aquellas alas brillantes.
-Vuelva a entrar, abuelo, aquí fuera hace frío.
-El anciano saltó al vacío, extendió los brazos y una anciana con las alas arrugadas le agarró de la mano.
-Cuanto tiempo, Peter, te has hecho viejo -le susurró al oído.
No hay comentarios:
Publicar un comentario